jueves, 11 de octubre de 2012

Los antiguos túneles porteños
Enrique M. Mayochi y Néstor E. Poltevin

"Los subterráneos no deben destruirse, son parte esencial de la historia argentina y de la vida antigua y secreta de Buenos Aires. Estas galerías son las arterias ocultas de la Manzana de las Luces que fue el cerebro de la ciudad." Héctor Greslebin

Quizá sea necesario pedirle permiso a Manuel Mujica Lainez para valernos de su título literario Misteriosa Buenos Aires a fin de encabezar una breve información acerca de lo que hasta hoy sabemos, de unos túneles que corrían por debajo de la antigua ciudad de Garay y que –varios, si no todos–, pasaban en su recorrido por el subsuelo de la Manzana de las Luces.
Porque hasta el presente es muy poco en verdad, lo sabido acerca de estas construcciones, presumiblemente hechas en su totalidad entre los siglos XVII y XVIII. Como tampoco es mucho más lo sabido acerca de túneles iguales o parecidos descubiertos en la argentina Córdoba y en otras ciudades hispanoamericanas.
De alguna manera, al hablar de este tema resulta inevitable la asociación de los túneles porteños con las catacumbas romanas de las que casi no hay noticia respecto a su construcción y que, tras ser dejadas de lado como enterratorios y olvidadas por los latinos de los primeros tiempos imperiales, fueron utilizadas por los cristianos de la Urbe para escuchar allí la Buena Nueva y efectuar sus liturgias.
Hallazgos y noticias
La primera información pública de la existencia de túneles en Buenos Aires la dio la Gaceta Mercantil en su edición del 17 de abril de 1848, ocasión en que se menciona la posible existencia de una galería subterránea que llevaba hasta el Hospital de Hombres, por entonces sito en la calle del Comercio (ahora Humberto I) casi esquina con la de Balcarce.
O sea hasta un edificio frontero a dos construcciones centenarias hechas allí por los jesuitas: la iglesia dedicada a Nuestra Señora de Belén (comúnmente llamada de San Telmo) y una casa residencial, la segunda que ellos erigieron en la ciudad, amén de otras instalaciones.
Apenas corrido un mes, el mencionado periódico vuelve al tema de los túneles el 16 de mayo. En la edición de este día se pone en conocimiento de la opinión pública una comunicación hecha por el jefe de la Policía, Juan Moreno, al juez Eustaquio J. Torres.
Aquél informa a éste del descubrimiento de construcciones existentes en el subsuelo de la ciudad y en uno de sus párrafos expresa lo siguiente: "...la primera vía subterránea, de que se ha hablado desde tiempo inmemorial, se halla debajo de la calle de Potosí (actual Alsina), es decir, atravesando el templo de San Ignacio hasta una de las casas que fueron de don José María Coronel, casas que pertenecieron antiguamente a la extinguida Compañía de Jesús, anterior a su primera expulsión, y en la cual daban aquellos padres ejercicios espirituales".
Después, por varias décadas, habrá un largo silencio público.
Plano con los edificios de la Manzana sobre el que el arquitecto Greslebin superpuso en 1918 los recorridos de los túneles relevados por el ingeniero L. Topelberg en 1915.
En este siglo
Con los primeros años del siglo XX comienzan a sucederse descubrimientos y noticias, relatos e investigaciones, opiniones y rotundas negaciones acerca de los túneles porteños. Don Blas Vidal se valdrá de las páginas de la famosa revista Caras y Caretas para describir en 1904 el recorrido hecho por él en lo que presenta como un sistema subterráneo de comunicación entre los conventos existentes en el siglo XVIII y algunas casas de religiosos erigidas en la segunda mitad del XIX.
Señalamos esto último porque Vidal afirma que uno de los túneles llegaba hasta las cercanías de las actuales avenidas Callao y Corrientes, en cuya inmediatez, un grupo de religiosas irlandesas estableció un convento y los jesuitas fundaron el Colegio del Salvador, sucesor en el tiempo del Colegio de San Ignacio, instalado inicialmente a la vera de la Plaza Mayor y después trasladado a la Manzana de las Luces.
Un año antes del Centenario de Mayo, la opinión pública porteña lee con mucho de curiosidad y una pizca de desconfianza, la serie de cuatro artículos que publica el diario La Nación en agosto de 1909 con el título "Los subterráneos de Buenos Aires".
Tuvieron su origen en las tareas de saneamiento del subsuelo realizadas por la Asistencia Pública –organismo municipal responsable de la salud popular– en las manzanas ubicadas en torno de la iglesia de San Ignacio y los seculares conventos de San Francisco y de Santo Domingo.
En estos tiempos, los descubrimientos y hallazgos se producen por una razón fácilmente comprensible: a causa del progreso, constantemente hay que abrir el subsuelo de la ciudad de Garay para colocar instalaciones sanitarias, eléctricas o de gas, para levantar edificios con grandes cimientos, para posibilitar el recorrido del tram–way subterráneo.
Así van apareciendo tramos de antiguos túneles, comunicaciones con ellos hechas por medio de aljibes, monedas, diversos objetos, y también restos de pelo humano que los estudiosos vincularán sin hesitar al recordado Motín de las Trenzas producido en 1811.
Pocos años atrás, el ingeniero Carlos L. Krieger –un perseverante estudioso del subsuelo porteño– pudo observar cerca de la Recoleta una gran construcción formada por cinco galerías de unos 50 m de largo de 4 a 5 m de ancho y otros tantos de alto. "A una de estas galerías –dice Krieger– accedía un túnel que, si bien en su extremo se encontraba cortado –por una pared medianera, su dirección indicaba que en aquellos lejanos tiempos debía desembocar en el Río de la Plata cortando lo que hoy es la Avenida del Libertador. En estos momentos se están analizando datos y nuevos antecedentes que permitirían comprobar que un túnel que partía de estas galerías se dirigía hacia el centro de la ciudad para unirse muy probablemente con el ramal oeste..." Con relación a esto recuerda el ingeniero Krieger lo publicado por Manuel Bilbao el 24 de abril de 1932 en el diario La Prensa: "...a la derecha, pasando las Aguas Corrientes (donde ahora están el Museo Nacional de Bellas Artes y la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires), existió hasta 1898 un rancho de barro y techo de totora, llamado el Rancho del Pescador, habitado hacia el año 1867 por un inglés, viejo soldado de los que vinieron con Beresford, que por esa época contaba cerca de ochenta años y cuyos relatos de pasados tiempos tenían el sabor del actor que, al decir de muchos que los escucharon, eran verídicos e interesantes. Entre las cosas que contaba, refería que él había hecho el recorrido por un subterráneo del Socorro a la Recoleta..."
El aporte del arquitecto Héctor Greslebin
Hasta mediar el presente siglo, varias Facultades de la Universidad de Buenos Aires funcionaron en la Manzana de las Luces.
Entrada al túnel existente en el subsuelo del Colegio Nacional de Buenos Aires
En una de ellas, la de Arquitectura allá por 1912, se produjo un hundimiento mientras se construían los cimientos para una sala de dibujo.
Como consecuencia, se formó un pozo que permitía ingresar a un túnel. La noticia de lo ocurrido movió la curiosidad de uno de los estudiantes, el después arquitecto Héctor Greslebin.
Este, a partir de 1917, inició la exploración científica de esos túneles sobre la base del croquis de un releva–miento parcial hecho dos años antes por el ingeniero Topelberg.
El entonces joven estudioso utilizaba para sus investigaciones dos entradas: una ubicada en el sótano del Colegio Nacional de Buenos Aires y otra en el Museo de Historia Natural, por entonces sito en Perú 208.
"Así pude reconocer –dirá Greslebin en 1964– en el perímetro limitado a mi estudio, comprendido en la llamada Manzana de las Luces –ubicada entre las calles Bolívar, Moreno, Perú y Alsina– tres subterráneos principales y varios accesorios. Uno de ellos, que corre de sur a norte, tiene entrada por el punto que ya he mencionado, en el Colegio Nacional, a escasamente 15 m de Moreno y se dirige, después de un primer recorrido sinuoso, en forma curiosamente recta hasta debajo de la calle Alsina, atravesando el edificio y, en algún punto, debajo de los cimientos de la cúpula del templo de San Ignacio. En su extremo norte, un derrumbamiento de tierra cierra el paso.
El otro túnel o subterráneo –prosigue Greslebin– al que entré precisamente por primera vez el día del hundimiento de la facultad de Arquitectura, viene desde el sudoeste y se dirige sinuosamente hacia el norte. Corre en dirección aproximadamente similar a la calle Perú. Avanza desde la calzada de Perú, a pocos metros de la intersección con Moreno, hacia la manzana, para concluir con un trazado paralelo a la acera aproximadamente 5 o 7 m de ésta. Su extremo sur presenta un desmoronamiento de tierra que cierra el paso y su extremo norte desemboca en otro túnel. Este –dice finalmente el ilustre arqueólogo– que constituye el tercer subterráneo, se inicia a la altura de la perpendicular de la línea de edificación de Perú, aproximadamente a 30 m de Alsina. Avanza rectamente hacia el Este y atraviesa el primero de los túneles descriptos, continuando en dirección a Bolívar poco más de 15 m. Desde este mismo túnel, cerca de 15 m al Este del punto donde se une con el segundo de los que he descrito, aparece una nueva excavación en dirección a Alsina, y de ésta, a su vez, surge una nueva derivación en dirección a Perú. Con excepción del subterráneo que va de Este a Oeste, el resto presenta frecuentes 'chicotes' o prolongaciones de la excavación hacia los costados."
De esos "chicotes", uno asumió particular importancia para Greslebin.
Se trata del que partía hacia Perú desde la galería que nace en el subterráneo principal de Este a Oeste.
Según él, habría sido apresuradamente construido para minar en 1806 el emplazamiento de una parte de los invasores británicos –el Regimiento 71–, asentada en la Ranchería, un conjunto de viviendas precarias levantadas en el siglo XVIII por los jesuitas en la intersección de Perú y Alsina.
La deducción del arquitecto Greslebin se fundó en el hecho de que la dirección de esa perforación, sin derrumbes en su parte terminal, apuntaba al lugar antes señalado.
CORRIDAS DE TOROS EN BUENOS AIRES
"...y después de la capilla y los rezos viene el ruedo, el miedo de un valiente, cara a cara con el toro y luego... ¡La muerte o la gloria!
Leemos textualmente en el último párrafo del Acta del Cabildo del día 26 de octubre del año 1609. Dice así: "En este cavildo se trató como de presente venía el día del Señor San Martín, patrón desta ciudad y que las calles desta dicha ciudad están llenas de yerba y muchos barrancos y para que se limpien se le encarga mande a todos los vecinos y moradores limpien y aderecen las dichas calles dentro de un término breve poniéndoles pena, la que le pareciere, las quales execute en ellos no lo cumpliendo y anssí mismo de abisso a el obligado de las carnicerías que para el dicho día del patrón traiga los toros que se ande correr en la placa pública della".
Esta es la primera noticia fehaciente de una corrida de toro en la "ciudad de la Trinidad

Foto del manuscrito original solicitando autorización para la
construcción de la Plaza de toros de Montserrat.
Puerto de Buenos Ayres" que tuvo lugar el 11 de noviembre de aquel 1609 como parte de las festividades en honor de San Martín, patrono de la ciudad.
El 14 de octubre del año 1801 se inauguró la mayor Plaza de Toros de Buenos Aires en lo que hoy es Plaza San Martín, con una capacidad para 10.000 espectadores, se construyó en homenaje al cumpleaños del príncipe de Asturias, heredero del trono de España, el rey era entonces Carlos IV y el virrey don Joaquín del Pino. La última corrida de la que se tiene noticias ocurrió el 11 de noviembre de 1809, según lo que nos dice el célebre autor de "Tradiciones", el Dr. Pastor Obligado. Y el 16 de enero de 1816 se inició la demolición de la plaza de toros.
Plano de la Plaza de Toros de Montserrat - A.G.N.


Lago de Palermo antiguo


Antigua postal fotográfica donde ilustra el antiguo lago de Palermo en el año 1930, frondoza vegetación puede
observarse en la zona, en primer plano se puede apreciar casi como si fuera en Venecia, un gondolieri que
paseaba a un cliente disfrutando al reparo de la sombra que provee la embarcación .

El mirador Comastri



   En el barrio de Chacarita, sobre una superficie de un cuarto de manzana y en medio de un jardín de palmeras, la erosión de la gran casona de tres pisos contrasta con los vívidos recuerdos que evoca el lugar.
   El edificio fue construido en 1875 a pedido de Agustín Comastri, un italiano que llegó de la región de la Toscana diez años antes.
   Con el detalle único de una cúpula de metal y vidrio, desde donde en aquellos tiempos se podía contemplar la pampa, la residencia familiar se convirtió en un centro político y social que recibió a destacadas personalidades de la época.
   Luego de la muerte de Agustín Comastri, los herederos vendieron la propiedad al Estado, que lo convirtió, años más tarde, en sede del actual colegio industrial Enrique Hermitte. Con la reforma educativa de los años noventa, la propiedad pasó a depender del Ministerio de Educación porteño.
   En la manzana -delimitada por Loyola, Bonpland, Aguirre y Fitz Roy- se construyeron un edificio de poca altura, que alberga las aulas y las oficinas de la institución, un patio, un gimnasio y una cancha para practicar deportes.
   El edificio original está muy dañado, sostenido por maderas y cubierto en algunas partes por un toldo verde que poco impide el paso del agua. En el interior reinan la oscuridad, el polvo y los agujeros.
   El edificio fue declarado Monumento Histórico, pero su estado de abando salta a la vista. Sería lindo recuperar su belleza para el Barrio de Chacartia primero, y para la Ciudad.
Ubicación: Loyola y Bonpland


La casa del conde



   En esta casa hoy funciona la escuela pública "Antonio Devoto". El propietario fue el fundador de Villa Devoto, donde está ubicado esta construcción. Antonio Devoto nació en Italia en el año 1832. Llega a nuestro país en la década del 50. Fundó el banco Italiano y el del Río de La Plata del cual fue su presidente. Su generosidad, originó muchas obras de caridad y de bien público (promotor de la creación del Hospital Italiano).
   Su barrio le debe muchos edificios importantes y su aporte a la comunidad italiana tuvo tal trascendencia que el Rey Víctor Manuel III de Italia le otorgó el título de Conde. Lo curioso es que esta casa era de descanso y de veraneo, pues él siempre vivió en lo que hoy es la zona del "microcentro", donde se encontraba sus lugares de trabajo.
   Si bien a unas cuadras de ese lugar construyó un palacio en el cual iba a vivir con su familia, llamado "Palacio Devoto", nunca se concretó porque llegó su muerte antes y fue derrivado en el año 1940. Devoto murío de pulmonía el 31 de julio de 1916 en su casa de siempre en la calle Reconquista 562 de la ciudad de Buenos Aires.
Ubicación: Av. Salvador María del Carril y Mercedes


La casa mínima



   Esta casa se encuentra ubicado en el barrio de San Telmo y iene la particularidad de ser la casa más angosta de toda la Ciudad que se haya registrado. Su frente no alcanza los 2,50 metros de ancho. Tiene una fachada exterior lisa, con una pequeña entrada y una puerta pintada de verde atravesada por una cerradura de hierro. En la planta superior asoma un balconcito con barrotes verticales de hierro, desde donde se esconde una ventana de dos hojas simétricas y dos cortinas iguales pliegue a pliegue.
   Fue construida entre los años 1810 y 1815, se dice que perteneció a un esclavo liberto, ya que cuando ocurrió la abolición de la esclavitud en 1813, el propietario mandó a construir esta casa para su esclavo. Algunos sostienen que la cas era anexo de una casa más grande que pertenecía a una familia y esta casa a su esclavo. Como quiera que haya sido, la Casa Mínima es un recordatorio arquitectónico de un pasado en que la población afro americana formó parte de la realidad porteña.
Ubicación: Pasaje San Lorenzo 380





Las Nereidas



   En 1901 Lola Mora ofreció a la ciudad de Buenos Aires una fuente artística, por la que no cobraría honorarios, para mostrar los frutos de un aprendizaje que su país había financiado. El intendente Adolfo Bullrich aceptó la oferta, y hasta prometió el emplazamiento de la obra en la Plaza de Mayo, tal vez convencido de que una mujer jamás sería capaz de esculpir semejante monumento, y que la fuente ofrecida nunca dejaría de ser sólo un boceto.
   Lola Mora trabajó tenazmente en su casa-atelier de Roma durante un año, montada en caballetes o escaleras, cantando vidalas al ritmo de los golpes de cincel y restándole horas al sueño. Era famosa la distinción de sus vestidos de encaje y sus elegantes sombreros en las reuniones sociales; pero para trabajar vestía amplios pantalones, blusas de seda cruda, pañuelo bordado al cuello y una boina que apenas lograba retener su indomable cabellera negra, por la que su amigo poeta Gabriel D’Annunzio la bautizó como “la argentinita de los cabellos peinados por el viento”.
   Embarcada en Génova, en el vapor “Toscana”, la fuente llegó a Buenos Aires en septiembre de 1902. Lola Mora se disponía a ensamblarla en la Plaza de Mayo cuando un huracán de escándalos abatió su entusiasmo. “¿Dónde se ha visto una mujer escultora, si sólo los varones tienen fuerza para golpear la piedra? ¿Habrá sido ella la verdadera autora de la obra? ¿Qué tiene que ver con la historia argentina una fuente inspirada en la mitología griega? ¿Qué pretende esta tucumana con semejante exposición de figuras tan humanas, tan sensuales, tan desnudas?”. Descartada la Plaza de Mayo por su vecindad con la Catedral, durante meses se debatió cuál sería el mejor emplazamiento para esta fuente “escandalosa e inmoral”. Se propuso llevarla a Mataderos, al Parque Patricios o a cualquier otra periferia de la ciudad, donde sólo fuera vista por compadritos y orilleros, lejos de los ojos pudorosos de los ciudadanos honorables.
   Finalmente –por gestión del general Bartolomé Mitre– la obra fue inaugurada el 21 de mayo de 1903 en la intersección del Paseo de Julio (hoy Leandro N. Alem) entre Cangallo (Perón) y Piedad (Sarmiento), en un acto oficial opaco, pero con la concurrencia de un público numeroso y entusiasta, que no parecía escandalizarse tanto. Las voces de escándolo y moral seguían vigentes por eso, en 1918, durante la intendencia del Dr. Joaquín Llambías, la fuente fue trasladada al recientemente inaugurado Balneario de la Costanera Sur, realzando la elegancia del romántico paseo. Fue la propia Lola Mora quien dirigió el traslado y reemplazamiento de su obra, haciéndose cargo personalmente de los costos (deuda que la Municipalidad saldaría 14 años después).
Ubicación: Espigón de la costanera sur - Av. Rawson de Delepiane y Av. Tristán Achaval Rodríguez

martes, 9 de octubre de 2012



LA MISTERIOSA CASITA DEL RIO DE LA PLATA



La pregunta infantil apunta hacia las aguas de la Costanera Norte porteña. Hacia esa silueta fantasmagórica que se recorta en la superficie marrón y que aparece, misteriosa, como una rara casa abandonada con una gran puerta principal pero sin ninguna ventana.
Si se trata del sombrero de un gigante sumergido, como imaginaron unos; del baño de los ocasionales nadadores del río, como arriesgaron otros, o del hogar de un secreto ermitaño, como apostaron algunos pescadores, nada se puede adivinar desde la costa. ¿Qué es?, ¿para qué sirve? Y, ¿por qué está ahí?
Cuentan que la idea de construirla empezó tras un gran pánico, similar al que provocó la gripe A, pero hace más de 140 años, cuando las amenazas en Buenos Aires eran el cólera y la peste amarilla.
Por esa época el riesgo de tomar agua contaminada o de estar próximo a acumulaciones de agua estancada en la ciudad, era mayor. Esto favoreció la propagación de dos epidemias que dejaron tras su paso 14.000 víctimas fatales, según registros parciales, de entre las 190.000 almas que poblaban la ciudad en aquel entonces.
Cuando todavía no se habían esfumado los peores recuerdos de las pestes, se resolvió levantar lo que hoy se ve a lo lejos como una casa enigmática. Fue parte de un proyecto que en 1874 buscaba proveer de agua potable para 400.000 porteños.
Básicamente, lo que hacía era tomar agua del río para enviársela a la planta de potabilización que en ese momento se encontraba en lo que hoy es el Museo de Bellas Artes. Tuvo una vida efímera, dada la expansión geométrica de la población en Buenos Aires de esos tiempos, por lo que fue dada de baja apenas cuatro décadas después de su inauguración.
Estaba ubicada a 800 metros de la costa con una estructura que combinaba el cemento armado y los bloques de granito. Por fuera, mostraba cuatro caras de lo que los expertos llaman una "sobria arquitectura neoclásica", algo que la Ilustración y el Progreso habían impuesto por esos años, y que significaba la vuelta a las formas simples de la Antigua Grecia y Roma. Estaba coronada con una torre de metal que en el momento en que fue creada sostenía en la parte superior una baliza de gas, porque en Buenos Aires todavía no había iluminación eléctrica. Los mismos parámetros estéticos dominantes hacían impensable que una obra de esa importancia no rematara en una obvia veleta de hierro.
En el interior, un revoque austero cubría las paredes que se prolongaban bajo el nivel del agua en rejas que habilitaban la entrada del agua. Detrás de la
 
Copia del plano del ingeniero John Bateman, firmado en su nombre por Karl Nystromer en 1885. Foto: Gza AySA
puerta que hoy permanece cerrada, una pequeña pasarela recorría todo el perímetro de la casa, bordeada de una simple baranda metálica. Desde allí partía una escalera marinera para acceder a la baliza. En el centro del ambiente, un cilindro de 3 metros de diámetro, ubicado por sobre 2,60 metros del nivel máximo de crecidas y 10 metros por debajo del lecho del río, canalizaba las aguas para su potabilización en la Planta Recoleta.
Como todo lo que se compraba o ideaba en esa época se recurrió a Europa para la proyección del diseño. El elegido fue un ingeniero hidráulico inglés, John Bateman, quien envió al sueco Carl Nystromer a estas tierras para la puesta en marcha de su idea.
Él resolvió que se ampliara la planta potabilizadora y que se construyera el palacio, todavía en pie en la avenida Córdoba y Riobamba, para contener en su interior un tanque en el que se almacenara todo el líquido a distribuir entre los habitantes de la ciudad.
A más de un siglo de su construcción, las cuatro caras recubiertas de ladrillo vista están tan oscuras como el agua del río. El avance de la ciudad hizo que esté a pocos metros de la costa, mientras que con la llegada de la electricidad y de las nuevas tecnologías, la veleta y la baliza fueron reemplazadas por sustitutos de menor estilo arquitectónico.
Por eso hoy la toma de agua no le ofrecerá información meteorológica para el observador ocasional que, munido de un catalejo como en el siglo XIX, apunte hacia la torre para saber si la veleta indica la probabilidad de una tormenta. Sí, en cambio, informará sobre otras cosas. Algo que se parece a una óptica de automóvil (una moderna baliza) ilumina la zona en donde se alza la construcción, mientras que otra señal, llamada balón negro en las nuevas reglamentaciones náuticas, indica que en ese lugar hay un objeto que no se desplaza en el agua.
Pocos registros quedaron de los años en que funcionó. En los archivos de AySA (heredados de la ex Obras Sanitarias) sólo se conservan las copias de los planos originales y el Archivo General de la Nación no almacenó imágenes de la torre en su tiempo de operaciones. ¿Cómo se veían la baliza de gas y la veleta de hierro perdidas? Otro misterio para el enigma de la casa en el río.
 
Copia del plano del ingeniero John Bateman, firmado en su nombre por Karl Nystromer en 1885. Foto: Gza AySA


ASESINATOS, SUICIDIOS Y MISTERIO

Entre las distintas historias vinculadas a esta torre de agua está la que asegura que su creador se suicidó luego de que hallara una falla en el sistema. "Las leyendas urbanas tienen que ver con la fuerte presencia que tienen [estos edificios] en la ciudad. Las leyendas vienen bien. No es que uno las destierre porque son de difícil comprobación o porque son «fantasías». Al contrario, enriquecen la presencia como patrimonio del edificio", sostiene Jorge Tartarini, director del Museo del Agua y de la Historia Sanitaria de AySA.
El arquitecto dice haber escuchado, además de la historia del suicidio, otras leyendas urbanas como las que aseguran que el Palacio de Aguas Corrientes era un edificio que en realidad iba para la India y que de casualidad se armó acá; que las piezas exteriores habían sido traídas de España; que una pareja de enamorados que los padres no los dejaban casar se tiraron hacia los tanques de hierro que alberga el Palacio para ahogarse; o que el edificio en realidad, iba a ser la sede de la Casa de Gobierno.
"Con respecto a que el autor se pegó un tiro creo que está vinculado a esto que te voy a contar. Cuando se iba a inaugurar el edificio se hace una prueba de llenado de los tanques con agua. Imaginate 72 millones de litros no era sencillo de hacer esa prueba. Se escuchan grandes explosiones en la ciudad. La prensa, que era opositora al gobierno en ese momento, escribe que esto se iba a resquebrajar y que se iba a inundar la ciudad y que iba a haber miles de ahogados en todo el barrio, que era muy elegante ya en aquel momento. Ahí empezaron a desatarse cualquier tipo de fábulas y en realidad lo que había sucedido era que en la base de estas columnas de hierro se habían colocado unas placas de plomo que se habían rajado. Las cambiaron y a otra cosa", contó Tartarini.

lunes, 8 de octubre de 2012

HISTORIA DE LA BASÍLICA DE SAN FRANCISCO EL PRIMER CONVENTO QUE TUVO LA CIUDAD


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Basílica de San Francisco, primer convento que tuvo la ciudad y que fue llamado de las "Once mil vírgenes".

ALSINA Y DEFENSA

Es la obra mas rococó realizada en la época virreinal. Por lo tanto se remonta a los primeros años de vida de nuestra ciudad. Se ha modificado muchísimas veces. La orden de los franciscanos es la primera en instalarse en la ciudad. En 1583 Juan de Garay les otorga la manzana 132 donde está ubicada la basílica. Francisco Romano era el único era el único sacerdote de la ciudad en 1587. En 1526 llega Fray Martín Ignacio de Loyola con 4 clérigos. Cinco años mas había en la ciudad 18 sacerdotes mas. La Orden de San Francisco de Asís, aprobada en el año 1212 por el Papa Inocencio III, revolucionó el mundo con su pobreza y sencillez evangélicas.





 Contigua a la Basílica se halla la Capilla de San Roque, restaurada en 1965; su nave presenta en el altar mayor y en los laterales imágenes del siglo XVIII.

 En primer plano La recova y al fondo la iglesia



La actual iglesia comienza a construirse hacia 1731 sobre un proyecto del jesuita Andrés Blanqui (Cabildo de la Ciudad). En ese año Juan de Arregui es designado primer obispo porteño. En 1741 pasa a dirigir la obra Fray Francisco Muñoz, quien dirigió las construcciones de la Catedral de Córdoba y San francisco de Salta.  La Capilla de San Roque mantiene casi sin reformas su fachada, desde su inauguración en 1754. Se compone de una capilla con sacristía de 30 metros de largo, por 8 de ancho y 9 de alto. Un panteón, el cementerio subterráneo más grande de Buenos Aires, se encuentra ocupando todo su subsuelo, aunque desde 1882 rige la prohibición sepultar cadáveres en ese lugar.



el gran órgano Cavaille Coll sinfónico de la basílica de San Francisco de Asís (Defensa y Alsina) que fue quemado por grupos peronistas enardecidos en 1955 estos instrumentos son similares a los de las grandes catedrales francesas.



Asi quedó el gran órgano Cavaille Coll después de la denominada quema de iglesias en 1955,un echo lamentable, hoy en día en la basílica se puede ver el vacío que quedo sin el Gran órgano.


En 1791, Fray Domingo Pérez comenzó a instalar el órgano, el mismo fue construido por el maestro organero Luis Oben. Se concluyó al año siguiente, intervinieron además de Oben, el tallista Tomás Saravia y el escultor Manuel Díaz.



El frente de la iglesia se derrumbó en 1807, se derrumbaron la fachada y las torres por lo cual fue reconstruido por el arquitecto Tomás Toribio en estilo Neoclásico y el maestro Cañete en 1815, que tuvo que ver con la Pirámide.  El frente actual, en estilo Barroco bávaro, es obra del arq. Ernesto Sackmann, hacia 1910.

El edificio fue el más afectado durante la quema de iglesias de 1955. En lugar del retablo destruido se colocó un tapiz diseñado por Horacio Butler llamado “La glorificación de San Francisco”, que es el segundo en tamaño del mundo, luego del de la catedral de Coventry, con sus 8 por 12 metros. El Altar Mayor original desapareció cuando se saqueó e incendió la iglesia en febrero de 1955. Lo reemplaza este gigantesco tapiz, realizado según la técnica de Aubuson, de 8 m de ancho por 12 m de alto. Sobrevivió al incendio el altar derecho del crucero, único de los originales, obra de un portugués. Tiene una sola nave y tras su altar mayor se colocó el tapiz con escenas de la vida de San Francisco de Asís.

Boceto original realizado por HORACIO BUTLER en acuarela del tapíz
que se encuentra emplazado al fondo de la Basílica.


Los tres edificios (Basílica de San Francisco, Capilla de San Roque y Tercera Orden Franciscana Seglar) forman el Conjunto Monumental San Francisco, declarado Monumento Histórico Nacional. El Templo tiene una sola nave y su construcción es una muestra de habilidad técnica, pues la bóveda, a pesar del ancho de la nave, se apoya en el claustro del Convento por un lado y, por el otro en la pared lateral sobre Defensa. El claustro tiene un alto pino, palmeras y el clásico reloj de sol.


A la derecha e izquierda de San Francisco se encuentran Dante Alighieri y Giotto.
 Arrodillado: Cristóbal Colón, los tres pertenecían a la orden franciscana.


 La totalidad de la manzana en la que está enclavada la basílica pertenece a la orden de los franciscanos, quienes, en el corazón de la misma, aún cultivan una pequeña quinta o huerta de verduras, siguiendo una tradición que viene de la época de la colonización. Aunque el acceso es muy restringido, es posible observar este curioso huerto emplazado en pleno centro de la ciudad si se obtiene permiso para ingresar por la entrada de la calle Alsina, atravesando un largo callejón interior que se encuentra flanqueado por antiguas esculturas que representan imágenes religiosas.


El único altar original es el derecho del crucero. Los de las capillas laterales datan de 1911. La cúpula está sobre un tambor octogonal. Su panteón fue el mas grande enterratorio hasta el año 1882 en Buenos Aires. El púlpito, en madera tallada y dorada, es un excelente ejemplo del barroco en América. Lo realiza Isidro Lorea, excelente tallador.



 El reloj de sol no es tan viejo, data de 1815

En 2007, mientras se llevaban adelante obras de restauración, se encontró que la cabeza de la estatua del Dante tenía en su cabeza un espacio interior hueco que alojaba una carta escrita por su escultor, el alemán Antonio Voegele, explicando quién había realizado el conjunto escultórico, quién la remodelación del templo, quién había financiado las obras, etc. La obra fue pagada por el Señor Don Santos Unzué y Señora.

En 1882 pasa al poder del gobierno a raíz de "La Reforma", el convento sirve para diferentes usos, llegando a venderse parte de sus tierras a particulares, toda la manzana entre Balcarce y el río jamás les es restituida.




Convento de San Francisco


En el convento de San Francisco, funcionó la primera escuela de Buenos Aires en el siglo XVII.
 Hay libros antiquísimos.

Se comenzó a construir hacia 1730; se inauguró en 1755. En 1757 se termina un ala del convento con 60 celdas y el coro, el pulpito , el panteón y las escaleras y en el 62 se coloca el reloj de la nueva torre y se hace un nuevo coro. En 1770 se desploman algunos muros y se ordena la clausura. La obra del noviciado cuklmina en 1790.
 El convento de San Francisco es el más grande de la ciudad. Con más de 80 celdas, en su momento llegaron a vivir 70 frailes en forma simultánea. También en el mismo predio, funciona el convento de San Francisco. Este lugar nunca estuvo abierto al público en sus 400 años de vida hasta ahora".

El convento lo edificaron los propios religiosos en 1604, con ladrillos de adobe. El compromiso del colegio se mantiene hasta hoy: la vieja escuela de "primeras letras" ahora es el jardín de infantes y primario San Francisco. Resulta extraño que una manzana del centro porteño haya permanecido inexpugnable durante tanto tiempo. Sin embargo, los portones de Alsina al 300 se abrieron al público a través de visitas guiadas. 

Adentro, el paisaje no está detenido, como en una postal de época. Es más, no hay demasiadas cosas que hablen de un pasado remoto: apenas un reloj de sol de 1802, retazos de un viejo mobiliario arrumbado en habitaciones, un ciprés añoso y las líneas barrocas de una arquitectura que fue mutando con los siglos. La última remodelación del convento fue realizada por el arquitecto Ernesto Sackmann en 1909.

Muros adentro, uno no debe imaginar que va a encontrarse con el monasterio que Umberto Eco pensó para El nombre de la Rosa. Nada es tan atávico ni tan austero. Y para toparse con un fraile vestido a la usanza franciscana, se deberá tener paciencia. O suerte. En todo el convento actualmente viven menos de diez religiosos.

Esta congregación tiene unos 350 religiosos en todo el país."Esto recién es el comienzo de un proceso que apunta a recuperar los valores históricos y culturales del lugar. En un futuro, todo el predio (el convento, la basílica y la parroquia) será conocido como La manzana de San Francisco. 
Lo que sigue tendrá que ver con la recuperación del antiguo mobiliario, que los franciscanos fueron reemplazando con los años. Por ejemplo, algunas habitaciones (llamadas celdas) ahora se parecen a las de un hotel tres estrellas. En las oficinas hay televisores, computadoras, teléfonos.

En uno de los dos patios centrales, una plaza seca es coronada por un reloj de sol de 1802. Alrededor, las galerías tienen arcadas semicirculares y las celdas, una tras otra, están numeradas. En las galerías se distribuyen las estaciones del Vía Crucis. También hay pinturas que relatan la vida de San Francisco de Asís.

¿Por qué ahora aceptan visitas?

Entre 1820 y 1825, parte del convento fue una cárcel, depósito aduanero, y que destinó algunas instalaciones a la Universidad de Buenos Aires.  Mariano Moreno y Bartolomé Mitre tuvieron acceso a la bibliografía del convento y que sufrió distintas restauraciones.
 En el primer piso hay una polea que activa un sistema interno de campanas. "Cada uno de los hermanos se identifica con una cantidad de campanazos", explican los guías. Más allá está la capilla doméstica de los franciscanos, donde se organizan retiros y oraciones y un comedor que incluye un púlpito desde donde se hacían lecturas religiosas.

La mayoría de las piezas son de imaginería del siglo XVIII, más o menos conservadas unas que otras, pero todas claramente exhibibles. Aquí un pequeño ejemplo: San Juan Bautista con sus padres. Es de las mejor conservadas. Se encuentran el el museo de San Francisco.
 

No conserva documentación a causa de los incendios producidos en 1955.

 
El edificio actual se inició en 1726 según diseño del hermano jesuita Andrés Blanqui; fray Vicente Muñoz continuó la obra a la muerte de aquél. Fue consagrado en 1783. En 1754 se iniciaron las obras de la Capilla de San Roque, con frente también al atrio, y en 1755 las del Convento, según un proyecto de José Echevarría. La basílica adquiere su imagen actual en 1911 por obra del arquitecto alemán Ernesto Sackman. Su fachada actual data de 1907. Restaurada en estilo barroco alemán por el arquitecto Sackmann. Está conformada por dos torres decoradas con querubines que se resuelven en pequeñas cúpulas con forma de cebolla alrededor de las cuales encontramos las estatuas de Fray Marchena, Bacon, y los Papas Sixto V, Gregorio IX y León XIII.



Esculturas de mármol de Carrara (La Geografía, La Astronomía, La Navegación y La Industria) que se hallaban en el primer piso del Banco Provincia en la calle San Martín. Estas permanecieron hasta 1912 alrededor de la Pirámide de Mayo, pero al trasladarse la pirámide, fueron retiradas y pasaron a depósito municipal. El 6 de octubre de 1972 fueron ubicadas en la antigua plazoleta de San Francisco, en la intersección de las calles Defensa y Alsina, a unos 150 m de la actual ubicación de la pirámide, donde aún permanecen-




 El órgano, obra de Luis Oben, data de 1772, con una extraordinaria acústica.
El órgano es usado actualmente en cada servicio religioso.






 Francisco Romano, el primer fraile que tuvo nuestra ciudad  era pendenciero, pícaro, díscolo. Se supo que había escapado huyendo por las selvas de Tucumán, lejos de la justicia y el obispado. Fue condenado a destierro del ria de la Plata de por vida.

 Juan de Arregui es designado obispo, primer obispo porteño y muere en 1736 y sus restos junto a los de su hermano Gabriel, yacen bajo un monumento en la entrada del templo actual.


 Expulsados los Jesuitas en 1767, fueron reemplazados por los Padres Bethlemitas, a quienes por la larga barba que usaban se los llamaba “barbones” y que instalaron el Hospital de Hombres en la Chacra de Belén. Al lado de la mencionada chacra, y en la de ellos propia, que tenían desde 1748, hicieron algunas construcciones destinándolas a los convalecientes del Hospital. De allí entonces, viene el nombre de la “Convalecencia”. Años más tarde, este edificio fue destinado a cuartel, y en calidad de tal subsistió hasta la época de Rosas.

 En 1851 se instaló allí un Manicomio de Mujeres, llamado de “las Mercedes” desde 1873 y que actualmente es el Hospital Neuropsiquiátrico Braulio A. Moyano en la calle Brandsen.

 Descansan en su interior los restos de Mariano Acosta, Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, y su esposa, los firmantes de la independencia Mariano Boedo y Juan de Darregueyra, la Virreina Rafaela de Vera y Mújica, esposa del Virrey del Pino, Fray Pedro Errecart, amigo y confidente del General Juan Domingo Perón y su esposa Evita, Fray Francisco Schiamarella, sacerdote que los casara en la Parroquia San Francisco de Asis de La Plata. 
También se encuentran sobre el final de la nave sepulcros donde reposan los restos de Franciscanos que fueron importantes en la vida de este convento: Fray Luís de Bolaños: apóstol del Paraguay quien fue trasladado desde la cripta hasta allí durante la reforma de 1900; Fray Gabriel Arregui: obispo de Buenos Aires y del Cuzco; Fray Juan Arregui: obispo de Buenos Aires, durante la quema de 1955 ambas tumbas fueron profanadas. Sus restos fueron dispersos por el templo y Fray Abraham Argañaráz: guardián del convento, provincial.

 Durante la revolución cívico militar de 1880 donde se enfrentaron el Presidente de la Nación, Nicolás Avellaneda, con el Gobernador de Buenos Aires, Carlos Tejedor, el templo fue convertido en hospital de sangre, y los religiosos presentaron ayuda a las víctimas de aquellos enfrentamientos.

 El 8 de enero de 1919, el papa Benedicto XV concedió a esta iglesia el título de Basílica Menor.

 Por decreto del poder Ejecutivo Nacional Nº 120.412 del 21 de mayo de 1942 la iglesia de San Francisco y el convento fueron declarados Monumento Histórico Nacional.

 Otra curiosidad es el reloj de sol vertical que se encuentra sobre una de las alas de la construcción. Este es bien visible desde el patio interior del convento. Esta perfectamente orientado, el gnomon marca la hora solar que debemos ajustar de acuerdo a la ecuación del tiempo y latitud (34° 36′ 37, 34´´ S 58° 22′ 17, 31´´ O) para obtener la hora oficial. No hay datos ciertos de su construcción.