El Café de Marcos. (3º parte)
A doscientos diez años (junio de 1801) de la inauguración del “Café de Marcos” (Mallcó, Marco, o Marcó) que albergó la presencia de los primeros patriotas: ¿Qué de aquel legendario café, caja de resonancia de la intelectualidad porteña, lugar de anécdotas increíbles, testigo de nuestro país en sus orígenes?
De este lugar de tertulias, trascendentes encuentros, y metódicos excesos de algunos “prohombres” transcribiremos en cuatro partes una interesante y pormenorizada nota de Jorge Bossio (1).
(Carlos Szwarcer)
(1º parte, leer en: http://blogs.monografias.com/estampas-de-buenos-aires/2011/06/06/el-cafe-de-marcos-1%c2%ba-parte/ )
(2º parte, leer en: http://blogs.monografias.com/estampas-de-buenos-aires/2011/06/15/el-cafe-de-marcos-2%c2%ba-parte/ )
Los jóvenes iracundos
Como consecuencia de la separación del secretario de la Primera Junta, Mariano Moreno, se gestó un movimiento conducido por los coroneles Frenen, Beruti y Dupuy, con el ánimo no oculto de reponerlo en las funciones de las que había sido destituido. A principios del año 1811 se anunció de palabra al pueblo que se formaría una Sociedad Patriótica, designándose como lugar de concentración el café del Colegio, frente a San Ignacio, es decir el Café de Marcó.
La noticia circuló con rapidez tal que al conocerla el presidente de la Junta, Cornelio Saavedra, ya era corrillo en los lugares populares de la actualidad. Los concurrentes a la reunión debían distinguirse por el uso de una escarapela o cintas de colores celeste y blanco; los organizadores contaban con la protección del regimiento “Estrella”, que luego fue denominado“América” comandado por Domingo French y el de Granaderos de Fernando VH, cuyo comando ejercía Juan Florencio Terrada.
Saavedra, quizás aconsejado por sus amigos, ordenó detener a los responsables de aquella reunión y a todos cuantos fueran encontrados portando armas o que exhibieran la escarapela celeste y blanca. La Junta, a su vez, contaba con el apoyo de la gente de las barracas y de las quintas y con los componentes del regimiento de Patricios acantonados detrás del colegio carolino. Eran los hombres de los arrabales que comenzaban a ser los “compadritos” que, perdurando en el tiempo, conformaron personajes ya tradicionales en el “tango”. Estos sectores se oponían a la actividad de los jóvenes morenistas, por ardorosa y revolucionaria.
Saavedra convocó urgentemente a los miembros de la Junta Grande y decidió mantener el resto de la tropa porteña en armas. En el templado día de aquel 21 de marzo de 1811, la fortaleza donde residía el gobierno se encontraba poblada por 80 jóvenes que habían tenido participación directa en la convocatoria a la reunión del Café de Marcó.
Los jóvenes, interrogados por los jueces, luego fueron liberados por no encontrarles méritos para penarlos. Sólo se impuso una condición para obtener la inmediata libertad: la promesa de no realizar ninguna algazara al trasponer las puertas del Fuerte. No obstante la advertencia y el compromiso, salvadas las puertas, los jóvenes se dirigieron en manifestación por la Plaza Mayor, al grito de “¡Al café! ¡AI café!”. Al llegar a lo de Marcó se apoderaron de la sala, abrieron las ventanas que daban a la calle y se hicieron servir aguardiente francés, mientras entonaban las estrofas del poema y canción “La América toda se conmueve al fin”, marcha patriótica del poeta Esteban de Luca.
De aquella canción que el poeta De Luca dejó a la posteridad, recordamos uno de los versos de coro, por ser el más conocido y el que mejor representaba el sentimiento de esa época.
La América toda
se conmueve al fin,
y a sus caros hijos
convoca a la lid.
A la lid tremenda
que va a destruir
a cuantos tiranos
ósanla oprimir.
El 15 de noviembre de 1810 se publicó en la Gazeta la “Canción Patricia”,cuyos hexasílabos se cantaban en los actos públicos, incluso después de la oficialización de la “Marcha Patriótica” de Vicente López y Planes.
Después de cantar las estrofas más arriba transcriptas, casi espontáneamente se formó la junta de ciudadanos en los salones del café; recordemos que cada día se nombraba un nuevo presidente con sus respectivos secretarios y en cuyas reuniones se debatían asuntos de gobierno relacionados con la marcha del país. Al frente del salón había un palco, al que podía acceder cualquier ciudadano para leer o pronunciar un discurso.
Después del día 21 de marzo de 1811, el corrillo callejero aumentó la importancia de las reuniones en “lo de Marcó”, hasta que un día, los organizadores se encontraron con la presencia de 300 personas; se encontraban entre ellos, eclesiásticos, abogados, comerciantes y hasta militares. Tantos jóvenes poblaron aquel salón, otrora tertulia tranquila, que hasta se colmaba el atrio de San Ignacio.
El gobierno, entre tanto, se mostraba expectante, no por la serenidad de sus miembros cuanto por irresolución ante los hechos. Algunos militares, como el capitán de Arribeños Juan Bautista que luego fuera caudillo en Córdoba, solicitó permiso para disolver la reunión a balazos, autorización que denegó Saavedra. Durante las cinco o seis primeras noches todo fue euforia, pero luego comprendieron los jóvenes que cada día o cada noche peligraba la Sociedad Patriótica, por lo que resolvieron no realizar más las reuniones en la esquina
del Café de Marcó. Así finalizó este hecho histórico del que fue silencioso testigo el negocio de Marcó.
Cuando los acontecimientos producidos por el segundo levantamiento de Martín de Alzaga, esta vez contra las autoridades emanadas de la revolución, en una reunión convocada en el café Monteagudo pronunció una arenga vibrante al arrojar sobre el gobierno la culpabilidad de lo ocurrido en el pueblo de Carmen de Patagones; allí habían sido confinados los compañeros de Alzaga, participantes de la insurrección. Pero Élío desde Montevideo envió un bergantín y logró, finalmente, su liberación; cuentan algunos de los sobrevivientes que en la cubierta de la nave española entonaban la siguiente copla:
Aunque se rompan los sesos
allá en el café de Marcos/no evitarán que sus barcos
zozobren o sean presos.
Los españoles sabían bien que los jóvenes que se reunían en el viejo café constituían el espíritu de libertad de la naciente república y que el salón delCafé de Marcó era propicio para las reuniones políticas.
Por eso lo recordaron como protagonistas de la lucha de la que ellos resultaron perdidosos”.
Continuará….
1) “Los Cafés de Mayo de 1810”. Bossio, Jorge A. En “Cuadernos del Café Tortoni”. Nº 7. Buenos Aires. Mayo de 2002.
“Estampas de Buenos Aires”. Blog de Carlos Szwarcer. Monografías.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario