domingo, 17 de julio de 2016

El Café de Marcos. (3º parte)

A doscientos diez años (junio de 1801) de la inauguración del “Café de Marcos” (Mallcó, Marco, o Marcó) que albergó la presencia de los primeros patriotas: ¿Qué de aquel legendario café, caja de resonancia de la intelectualidad porteña, lugar de anécdotas increíbles, testigo de nuestro país en sus orígenes?
De este lugar de tertulias, trascendentes encuentros, y metódicos excesos de algunos “prohombres” transcribiremos en cuatro partes una interesante y pormenorizada nota de Jorge Bossio (1).
(Carlos Szwarcer)





Los jóvenes iracundos

Como consecuencia de la separación del secretario de la Primera Junta, Mariano Moreno, se gestó un mo­vimiento conducido por los coroneles Frenen, Beruti y Dupuy, con el ánimo no oculto de reponerlo en las funciones de las que había sido destituido. A princi­pios del año 1811 se anunció de palabra al pueblo que se formaría una Sociedad Patriótica, designándose co­mo lugar de concentración el café del Colegio, frente a San Ignacio, es decir el Café de Marcó.
La noticia circuló con rapidez tal que al conocerla el presidente de la Junta, Cornelio Saavedra, ya era co­rrillo en los lugares populares de la actualidad. Los concurrentes a la reunión debían distinguirse por el uso de una escarapela o cintas de colores celeste y blanco; los organizadores contaban con la protección del regi­miento “Estrella”, que luego fue denominado“Amé­rica” comandado por Domingo French y el de Gra­naderos de Fernando VH, cuyo comando ejercía Juan Florencio Terrada.
Saavedra, quizás aconsejado por sus amigos, orde­nó detener a los responsables de aquella reunión y a todos cuantos fueran encontrados portando armas o que exhibieran la escarapela celeste y blanca. La Jun­ta, a su vez, contaba con el apoyo de la gente de las ba­rracas y de las quintas y con los componentes del re­gimiento de Patricios acantonados detrás del colegio carolino. Eran los hombres de los arrabales que co­menzaban a ser los “compadritos” que, perdurando en el tiempo, conformaron personajes ya tradicionales en el “tango”. Estos sectores se oponían a la actividad de los jóvenes morenistas, por ardorosa y revolucionaria.
Saavedra convocó urgentemente a los miembros de la Junta Grande y decidió mantener el resto de la tropa porteña en armas. En el templado día de aquel 21 de marzo de 1811, la fortaleza donde residía el gobierno se encontraba poblada por 80 jóvenes que habían te­nido participación directa en la convocatoria a la reu­nión del Café de Marcó.
Los jóvenes, interrogados por los jueces, luego fue­ron liberados por no encontrarles méritos para penar­los. Sólo se impuso una condición para obtener la in­mediata libertad: la promesa de no realizar ninguna al­gazara al trasponer las puertas del Fuerte. No obstan­te la advertencia y el compromiso, salvadas las puer­tas, los jóvenes se dirigieron en manifestación por la Plaza Mayor, al grito de “¡Al café! ¡AI café!”. Al lle­gar a lo de Marcó se apoderaron de la sala, abrieron las ventanas que daban a la calle y se hicieron servir aguardiente francés, mientras entonaban las estrofas del poema y canción “La América toda se conmueve al fin”, marcha patriótica del poeta Esteban de Luca.
De aquella canción que el poeta De Luca dejó a la posteridad, recordamos uno de los versos de coro, por ser el más conocido y el que mejor representaba el sen­timiento de esa época.

La América toda
se conmueve al fin,
y a sus caros hijos
convoca a la lid.
A la lid tremenda
que va a destruir
 a cuantos tiranos
ósanla oprimir.

El 15 de noviembre de 1810 se publicó en la Gazeta la “Canción Patricia”,cuyos hexasílabos se can­taban en los actos públicos, incluso después de la ofi­cialización de la “Marcha Patriótica” de Vicente Ló­pez y Planes.
Después de cantar las estrofas más arriba transcrip­tas, casi espontáneamente se formó la junta de ciuda­danos en los salones del café; recordemos que cada día se nombraba un nuevo presidente con sus respectivos secretarios y en cuyas reuniones se debatían asuntos de gobierno relacionados con la marcha del país. Al fren­te del salón había un palco, al que podía acceder cual­quier ciudadano para leer o pronunciar un discurso.
Después del día 21 de marzo de 1811, el corrillo ca­llejero aumentó la importancia de las reuniones en “lo de Marcó”, hasta que un día, los organizadores se en­contraron con la presencia de 300 personas; se encon­traban entre ellos, eclesiásticos, abogados, comerciantes y hasta militares. Tantos jóvenes poblaron aquel salón, otrora tertulia tranquila, que hasta se colmaba el atrio de San Ignacio.
El gobierno, entre tanto, se mostraba expectante, no por la serenidad de sus miembros cuanto por irresolu­ción ante los hechos. Algunos militares, como el capi­tán de Arribeños Juan Bautista que luego fuera caudi­llo en Córdoba, solicitó permiso para disolver la reu­nión a balazos, autorización que denegó Saavedra. Du­rante las cinco o seis primeras noches todo fue euforia, pero luego comprendieron los jóvenes que cada día o cada noche peligraba la Sociedad Patriótica, por lo que resolvieron no realizar más las reuniones en la esquina
del Café de Marcó. Así finalizó este hecho histórico del que fue silencioso testigo el negocio de Marcó.
Cuando los acontecimientos producidos por el se­gundo levantamiento de Martín de Alzaga, esta vez contra las autoridades emanadas de la revolución, en una reunión convocada en el café Monteagudo pro­nunció una arenga vibrante al arrojar sobre el gobier­no la culpabilidad de lo ocurrido en el pueblo de Car­men de Patagones; allí habían sido confinados los com­pañeros de Alzaga, participantes de la insurrección. Pero Élío desde Montevideo envió un bergantín y lo­gró, finalmente, su liberación; cuentan algunos de los sobrevivientes que en la cubierta de la nave española entonaban la siguiente copla:

Aunque se rompan los sesos
allá en el café de Marcos/no evitarán que sus barcos
zozobren o sean presos.

Los españoles sabían bien que los jóvenes que se reunían en el viejo café constituían el espíritu de li­bertad de la naciente república y que el salón delCa­fé de Marcó era propicio para las reuniones políticas.
Por eso lo recordaron como protagonistas de la lucha de la que ellos resultaron perdidosos.

Continuará…. 
 

1)  “Los Cafés de Mayo de 1810”. Bossio, Jorge A. En “Cuadernos del Café Tortoni”. Nº 7. Buenos Aires. Mayo de 2002.



“Estampas de Buenos Aires”. Blog de Carlos Szwarcer. Monografías.com

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